Burj Khalifa: la cúspide de la excelencia arquitectónica

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La estructura más alta del mundo creada por el ser humano —el Burj Khalifa— es un proyecto de construcción con una interesante historia que contar. Desde su inauguración en el año 2010, esta torre, que mide 828 metros, simboliza la ambición y el espíritu innovador de Dubái. Construida por Emaar Properties, el Burj Khalifa ha superado todos los hitos arquitectónicos anteriores, creando un espectáculo que se puede ver a uno 100 kilómetros de distancia. 
 

A pesar del surgimiento de otros edificios imponentes como la torre Taipei 101 y el Merdeka PNB 118 de Malasia, el Burj Khalifa sigue ostentando el título de edificio más alto. Gracias a Théo Dudermel, conocido también como Looking 4, profundizamos en las facetas invisibles de este icónico rascacielos, ofreciendo información sobre los desafíos a los que tuvieron que enfrentarse los ingenieros y arquitectos durante su construcción y cómo lograron superarlos.

Reto técnico #1: Contrarrestando las fuerzas del viento

Construir una estructura monumental como el Burj Khalifa implica una cantidad enorme de retos técnicos que se pueden afrontar mediante la colaboración entre arquitectos, ingenieros y contratistas. Un desafío clave fue diseñar un edificio capaz de resistir la tremenda fuerza del viento que actúa contra esta torre.

Curiosamente, la solución se encontró en la naturaleza y la historia arquitectónica. Adrian Smith, inspirado por el desierto de flores locales conocidas como lirio araña diseñó la base del Burj Khalifa usando las propiedades geométricas de estas flores para ofrecer fuerza estructural y resistencia al viento. Además, Smith y su equipo ubicado en Chicago se inspiraron en el Lake Point Tower de su ciudad natal construido en 1968. El diseño no solo garantiza la estabilidad, también confiere una elegancia estética a la torre. El perfil cónico del Burj Khalifa se probó rigurosamente en un túnel de viento unas 40 veces durante la fase de diseño para comprobar su resistencia.

La resiliencia de la estructura es también el resultado de sus 27 plantas intermedias que ascienden hasta la cima en forma de espiral. Como dejaron claro Skidmore Owings y el ingeniero jefe de Merill estas plantas juegan un papel vital en la gestión del viento. Si la torre estuviese sometida a vórtices de viento fuertes, la estructura podría pivotar sin riesgo a sufrir daños. Además, estos niveles intermedios tienen terrazas a intervalos regulares que añaden funcionalidad a su propósito estructural.

Algo que pasa más desapercibido pero que es un aspecto esencial del diseño de la torre es su núcleo de hormigón, fortificado en la base con tres grandes contrafuertes. Esta configuración ha mejorado significativamente la estabilidad del edificio. La combinación efectiva de la base en forma de trípode, los niveles intermedios y su centro apuntalado garantiza que la torre aguante su peso y resista las extremas condiciones climáticas, incluyendo los fuertes golpes de viento de hasta 250 kilómetros por hora. Incluso con vientos tan fuertes, la cima de la torre se desplaza como máximo solo dos metros, lo que demuestra su notable estabilidad.

Reto técnico #2: Construir unos cimientos sólidos en la arena

La construcción del Burj Khalifa ha necesitado una cimentación robusta capaz de sostener su enorme peso, y más si tenemos en cuenta la compleja geomorfología del terreno de Dubái, compuesta en su mayoría por una capa de arena de 40 metros de espesor antes de tocar roca firme. La tarea era llegar a tierra firme para anclar con seguridad la torre de 500 000 toneladas.

Para esto se hicieron perforaciones considerables en la arena para albergar una red de enormes pilotes de hormigón. Un total de 192 pilotes, cada uno de 43 metros de largo y 1,5 metros de diámetros, embebidos en 50 metros de profundidad. Sobre una cama de roca, estos pilotes de hormigón de alto rendimiento sustentan un forjado inmenso de cuatro metros de espesor que conforma la base de la torre. Por último, la construcción de estas cimentaciones necesitó 110 000 toneladas de hormigón, equivalente en peso al portaaviones activo más grande de la marina de Estado Unidos. En su momento esta fue la cimentación más profunda de la historia de la construcción, superada solo en el 2017 por su vecina Dubái Creek Tower.

Reto técnico #3: Construir en temperaturas extremas

Gestionar la entrega de una enorme cantidad de materiales y orquestar este proyecto hercúleo ha presentado desafíos significativos. En el momento álgido de la construcción, había alrededor de 12000 trabajadores y el total de horas trabajado hasta que se completó fue de 22 millones. Además, hubo que transportar casi 330 000 metros cúbicos de hormigón a la obra y elevarlos para crear las plantas más altas.

La solución pasó por crear un tipo de hormigón especial capaz de aguantar temperaturas de más de 50 grados. Debido al calor extremo que soporta Dubái durante el día, hubo que verter el hormigón por la noche y mezclarlo con hielo para evitar una solidificación prematura.

Ha habido otras muchas novedades que han contribuido a que el edificio pueda lidiar con las temperaturas extremas. El revestimiento del edificio necesitó de 142 000 metros cuadrados de vidrio para más de 28000 paneles. El vidrio se diseñó especialmente para reflejar los rayos del sol de forma efectiva, evitando así una transferencia excesiva de calor al edificio. Teniendo en cuenta la gran superficie de vidrio de la torre, los equipos de mantenimiento tardan entre tres y cuatro meses en completar los trabajos de limpieza.

Una auténtica proeza

El Burj Khalifa es hoy testigo del increíble trabajo de los ingenieros y arquitectos que han superado un sinnúmero de desafíos estructurales y logísticos. Su diseño cónico y angular, creado especialmente para resistir los golpes de viento, ejemplifica su ingenio. Su habilidad para innovar y emplear nuevas técnicas es lo que les permitió construir con éxito este coloso de vidrio y acero.